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Día 1. La última tauromaquia

  Me lo habían alcanzado a decir antes de morir: que todo lo que iba, volvía, que el karma sí existía, que algún día pagaría por el sufrimiento causado…pero yo no los escuché. O por lo menos, decidí no hacerlo.  Diría, si pudiera que, en realidad, los gritos despavoridos y alentadores del público tapaban todo sentimiento de culpa, aunque en realidad, creo que nunca sentí ni un solo ápice de culpa en lo absoluto. En realidad, me sentía poderoso, temerario, invencible. Me encantaba provocar y enloquecer a esas bestias, sentir la adrenalina correr por mis venas al verlos intentar arremeter contra mí, sin éxito alguno, en defensa propia; notar cómo en medio de sus rostros furiosos, brillaban dos ojos negros y llenos de miedo. Me encantaba que supieran que esos eran sus últimos minutos de vida, verlos luchar hasta el último minuto por sus vidas, y, hundir, finalmente el arma en sus columnas vertebrales, escucharlos chillar por última vez mientras exhalaban su último aliento. Me encantaba sa